jueves, 27 de diciembre de 2012

Proyecto diciembre Adictos a la escritura, Título clave: La mirada de la reina

Hola!

Aquí os traigo el relato de este mes de Adictos. El título que me ha tocado ha sido el de Dolly Gerasol, quien ha propuesto: La mirada de la reina. Esta vez he intentado probar un nuevo estilo que nunca había usado antes. ¡Espero que os guste!

La mirada de la reina

Joven, ¿cómo te atreves a venir a estos parajes? Más vale que mañana a primera hora te vayas y vuelvas por donde has venido, porque no hay manera de cruzar estas montañas sin pisar las Tierras Frías. Sí, ese lugar encantado, allí donde la nieve es eterna. Has oído hablar de él, ¿verdad? Pues mozo, escúchame, ese sitio es peligroso, no vale la pena arriesgar la vida por una aventura loca.
¡Ay, los muchachos de hoy en día son tan tozudos! Si de verdad quieres seguir no te detendré, pero he de advertirte que las Tierras Frías están pobladas de seres despiadados y crueles. A simple vista parecerán inofensivos, pero son muy astutos y siempre saben darle a uno donde más le duele. Además, aunque tuvieras la suerte de no toparte con ninguno de ellos—cosa que dudo, la verdad— si no sucumbes al frío será al hambre, porque allí no encontrarás nada comestible. Sí, bueno, el estofado que tienes delante es carne de rawik, una de las pocas criaturas que aún se pueden cazar y comer, pero por allí arriba no abundan. Mira, te regalaría alguna pieza pero como ya te he dicho la comida escasea, y más en esta época del año, y debo asegurarme de poder servir un plato caliente a los clientes de la posada.
Mozo, este es un mal lugar para venir, y el sitio al que quieres ir es un infierno helado. ¿Acaso no has pensado en la reina? Ah, pues qué reina va a ser, la Reina de Hielo. ¿De verdad no has oído hablar de ella? Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, fue una muchacha normal. Fue abandonada por su amado en esta misma montaña. Él le prometió que volvería algún día, y ella le esperó. Esperó y esperó, sin atreverse nunca a abandonar el lugar por si un día el hombre regresaba a por ella. Sin embargo, al final, de tanto esperar se le congeló el corazón. Poco a poco todo su cuerpo se fue helando, y también el territorio que la envolvía. Las plantas y los animales, alimentados por el odio de la reina, cambiaron hasta lo que son hoy en día. Así nacieron las Tierras Frías, con ella como el centro del lugar.
No, hijo, no, bonita historia no. Es una historia triste, y mucho me temo que real. ¿Qué a qué me refiero? Pues a que la reina existe de verdad. Sí, muchacho, yo mismo la vi con mis propios ojos cuando tendría más o menos tu edad. En aquel entonces yo también era un ignorante como tú; era joven, ingenuo, y pensaba que el mundo estaba hecho para que yo lo conquistara. Llegué a este pequeño pueblo junto a otros muchachos, al igual que yo, alentados por el ansia de aventuras. Escuchamos la leyenda de la Reina de Hielo, una criatura de belleza y crueldad extraordinarias que habitaba en las Tierras Frías, en la misma montaña en la que estaba situado el pueblo.
Decían que solía aparecer en las tormentas de nieve para atrapar las almas de los jóvenes varones incautos, movida por el odio hacia el hombre que un día la abandonó. Pero, personalmente, yo no creo que sea así. Yo creo que en el fondo ella sigue esperando, sigue buscando a su amado entre los jóvenes que entran a las Tierras Frías, buscando a aquel que algún día pueda liberarla de su espera eterna.
En qué estaría pensando al decidir ir con mis amigos a ese lugar encantado para comprobar si la historia era cierta. Buscaba a la reina, la buscaba y la encontré.
En algún punto del viaje, no sabría decir cuándo, me separé de los demás. En realidad había tanta nieve que apenas nos veíamos los unos a los otros. Cuando me di cuenta ya era tarde, estaba perdido. Vagué solo durante horas, o eso me pareció a mí porque podrían haber sido minutos. Hasta que ella vino.
Al principio no la vi, era difícil en medio de ese paisaje. La Reina de Hielo es blanca, completamente blanca excepto sus ojos, dos pozos oscuros sin fondo. Fue por ellos por lo que pude distinguirla cuando se acercó. Verás, el embrujo que ejerce la reina sobre ti es difícil de explicar, es como una telaraña que se extiende y te atrapa antes de que ni siquiera seas consciente de ello. Tal vez mi error fue no haber huido nada más sentir su fría presencia, o quizá ya estaba condenado desde el mismo momento en el que ella centró su objetivo en mí. Me quedé hipnotizado contemplando su inhumana belleza, mirando a su etérea figura acercarse inexorablemente; y cuando quise moverme, ya no pude. No fue algo físico, simplemente perdí la voluntad de hacerlo. Sentía su frío aliento en el alma y notaba cómo me absorbía la energía poco a poco, pero no me importaba. Me dejé llevar y me perdí en sus ojos negros.
Lo que más recuerdo de aquel día es su mirada. No era la mirada de alguien sin sentimientos, mozo, no era una mirada de hielo. Era tal el dolor y la agonía que había en ellos que quise llorar como un bebé, aunque de haberlo hecho las lágrimas se me habrían congelado. Nunca en mi vida había visto tanta tristeza y oscuridad juntas, eran los sentimientos acumulados de muchas, muchísimas décadas. Era la mirada de alguien que sufría en silencio, solo.
“Frío” me susurró “Aquí hace mucho frío”.
Sus ojos aún conservaban una chispa de la esperanza de antaño, y contenían una súplica muda.
“¿Por qué sigues esperando?” quise preguntar, pero no me salieron las palabras. Y ella seguía acercándose, y extendió sus brazos para llegar a mí. Por un momento deseé cerrar los ojos y fundirme con la reina, formar parte de la oscuridad de su mirada, brindarle en medio de ese paisaje desolado la poca calidez que aún me quedaba...
Habría muerto de no ser porque el destino quiso justo en ese momento gastarnos una broma tonta, haciendo que mis compañeros me encontrasen en ese mismo instante. Me vieron, gritaron mi nombre y la Reina de Hielo desapareció.
Volvimos y la vida continuó. Y, mira por donde, al final acabé quedándome en este pueblo, regentando esta posada, intentando convencer a los viajeros incautos que vienen de vez en cuando que no entren en las Tierras Frías. A veces me escuchan y a veces no, pero tanto da, nunca los vuelvo a ver; y seguramente después de esta noche a ti tampoco.
Si de verdad quieres ir, no te voy a detener. El único consejo que te puedo dar es que no te fíes de nada de lo que te encuentres allí arriba, y en el mismo instante en el que creas sentir un frío aliento en la nuca y dos ojos negros observándote, huye, huye como si te persiguiera el diablo. Ahora descansa, te he preparado una habitación en el piso de arriba. Mañana te espera un largo y duro viaje. Pero recuerda lo que te he dicho. Corre, sí, pero antes, si tienes la oportunidad, intenta fijarte en la mirada de la reina. Aquella mirada de la que no se habla, que nunca llega a nadie... ¿podrás encontrarla? Tal vez consigas ver lo mismo que vi yo en su día.




7 comentarios:

Unknown dijo...

Bueno, en la puntuación habitual te doy un siete y medio.
No es por nada en particular sino que el estilo monólogo me deja una sensación rara...
En general, está bien, aunque prefiero tu forma de escribir habitual. Pero es una cuestión de gustos XD.

Alezeia dijo...

HOLA!!! Antes que nada te deseo FELICES FIESTAS!!! Decirte que este texto me ha FASCINADO! Has conseguido engancharme y no querer parar de leer hasta el final! Es precioso!

Gracias por tus comentarios en el blog, besitos

Unknown dijo...

Me gustó, especialmente la manera en la que presentás la leyenda. Saludos.

Anónimo dijo...

Angy, me ha encantado el relato y te ha quedado muy bien, de verdad. Genial la forma de contar la leyenda.
Besos.

Gabriela Szuster (Gamyr) dijo...

Me gustó este monólogo, la historia atrapa :)
Besos-

Anónimo dijo...

felicidades, le diste una vuelta muy personal y es para felicitarte

mi saludo

Déborah F. Muñoz dijo...

Me gusta mucho la leyenda que has montado, aunque creo que si pudiéramos leer las contestaciones del joven se haría más ameno que con el monólogo solo. ^^