martes, 17 de enero de 2017

Relato (Proyecto Enero Adictos a la escritura): Invierno

Buenas,

Tras casi dos años de inactividad, y con el motivo de la reapertura de Adictos, vuelvo a la carga yo también. 

Con los años y con la edad este blog realmente se está quedando viejo para mí. Aún cuesta mirar atrás y ver, a mis 20 actuales, a mi yo de 14 creando sus inicios. A veces he pensado en rehacerlo por entero y otras en simplemente abrir un blog nuevo. Pero me da tanta pena, al fin y al cabo este lugar tiene muchos años de historia.

Al final, no se me ha ocurrido lugar mejor para reemprender la actividad con Adictos. El tema del relato es el Invierno.

Siento que, junto a todo, mi escritura también ha ido evolucionando pero estoy contenta con el resultado y espero que os guste este pequeño texto.



Invierno


Camino hacia el borde de la nevada colina mientras me llevo mis manos enguantadas a mis labios, protegiendo mi hálito de aquel inmenso frío. La nieve cae apaciguada, dándome heladas y suaves caricias que se depositan en mi cuerpo y caen a cada sacudida que producen mis pasos. 

Los abetos se recortan, totalmente negros, contra el cielo nocturno allá adonde quiera mirar. La nieve se vislumbra grisácea y sombría en sus copas, inmutables por la ausencia de viento.

Cuánto me gustaba de pequeña esta nieve.

Detengo los pies en los límites del escarpado precipicio y la visión ante mí me sacude el interior, como un golpe a mi corazón. Las filas de casas se extienden unas delante de otras, con ordenadas calles blancas llenas de luces anaranjadas o amarillentas. Las chimeneas dejan escapar humaredas que se elevan en columnas etéreas hacia el cielo nocturno. Puedo sentir su calor desde aquí.

La imagen de mi pueblo natal se extiende ante mí, bajo mis pies. Cuántos años habrán pasado. De algún modo la visión aún coincide con aquella de mis recuerdos, pero ahora, grabada ante mis ojos, mis memorias se reafirman y se avivan aún más.

Desciendo por las montañas por el único camino trazado. Seguramente solo yo ahora mismo me atrevería o tendría la insensatez de recorrerlo, con la tierra húmeda y resbaladiza por la gran cantidad de nieve, el frío glacial y la oscuridad cerniéndose con fuerza alrededor de mí. Es el mismo camino que tomé para irme la última vez que estuve aquí, tantos inviernos atrás.

Pero sigo adelante, sin miedo, paso a paso con mis desgastadas botas de cuero. Guardo en mi corazón la luz que vi allí arriba, y dejo que me guíe a través de esta senda nevada. Aún conozco estos bosques, y recorrerlos se me asemeja a recorrer con mis dedos la palma de mi mano. Quizás lleve ya este lugar para siempre en mi sangre.

El final no está lejos. La luz de las casas se filtra entre los árboles y el camino se abre. Sin embargo, cuando finalmente dejo atrás la montaña y las primeras casas del pueblo aparecen ante mí, me detengo y dudo. Ya no parecen las mismas casas. Algunas son más viejas, otras más nuevas, otras ya no están. ¿Habrá cambiado este lugar tanto como yo? No sé qué debería hacer. No sé si todavía pertenezco aquí.

Doy un paso, tímida, y luego otro. Me adentro en las calles. Mi memoria se aviva y tiemblo. Aún está la vieja barbería reposando en su esquina, pero la chapa de metal comienza a caerse por el tiempo. Quizás ya no siga allí el señor Joe. Veo la pequeña plaza de la fuente en la que siempre jugaba de pequeña, aunque ahora el agua está congelada y alrededor han puesto un círculo de bancos de madera. Las calles siguen siendo las mismas pero a la vez diferentes y mi cuerpo me guía por ellas, solo, en un recuerdo grabado. 

Llegan a mis oídos la música y las risas de las casas, hoy no hay nadie fuera. Hoy es un día en que todo el mundo seguramente está con sus familias, protegidos en la seguridad de un hogar. Me vuelvo a llevar las manos a mis labios agrietados, exhalando una humareda de vaho. Y me siento perdida y quiero correr y salir hacia las montañas, a la oscuridad y soledad del bosque.

Pero sigo y al final la veo. Mi calle. Mi casa. Me detengo, presa de un súbito pánico. ¿Y si mi familia ya no vive allí? ¿Y si no me reconocen? Han pasado demasiados años. Tal vez aún me guarden rencor por haber huido aquel día y haberlos abandonado. O tal vez me hayan olvidado. 

No sé por qué he vuelto. He viajado mucho, durante toda la última década de mi vida. He vivido mucho también. Y he sido una chica sin un hogar al que volver. Quizás ahora que lo he perdido todo y que me he encontrado sin saber adónde ir mi cuerpo me ha traído a mis inicios, con la esperanza de hacer que las cosas vuelvan a ser como antes, como en mis primeros recuerdos de la infancia.

Me acerco a la puerta pero no me atrevo a llamar. Una corona de adviento hecha de hojas de abetos y muérdagos cuelga de ella, sobre la madera pintada de azul. Y pienso que este día deberían estar con sus familias, deberían estar en su calidez. No es un día para mí. Quizás sea demasiado tarde.

Inspiro profundamente, reuniendo valor, y golpeo con los nudillos. Ha sido tan suave que tal vez ni siquiera me hayan oído. Espero, demasiado asustada para llamar otra vez, pero pasos se acercan y la puerta se abre. Una fina ranura de luz, varios mechones pelirrojos.

Una mujer de rostro amable, envuelta en un chal de lana, abre la puerta y se planta ante mí con mirada confusa. Yo la observo en silencio y aún necesito unos segundos para percatarme de pronto de que es mi hermana Meg. Y los ojos se me llenan de lágrimas. Ha crecido. Ha cambiado. Ya es una mujer, y puede que haya formado una familia. Ambas hemos tomado caminos tan separados…

No me atrevo a decir nada pero ella sigue escrutándome con su mirada infinitamente azul. Y de pronto los abre con fuerza. Y se lleva una mano a los labios. Y quizá tiembla, o tiembla mi propia mirada.

—¿Marcia? —susurra, bajito, como si estuviera temerosa que no fuera verdad. Como si fuera una ilusión ya hace mucho tiempo olvidada.

Hacía muchos años que no escuchaba ese nombre, desde que decidí desprenderme de él. Oírlo de su voz—madura también, al igual que su aspecto—sacude mi corazón. Asiento, y me pregunto si mis lágrimas se congelarán en copos de nieve.

Ella se acerca a mí, acaricia mi rostro frío con sus dedos, aún dubitativa. Y finalmente me abraza. Es cálida. Llevo mis brazos a su espalda y la estrecho con fuerza contra mí. En medio de este invierno, vuelvo a sentir calidez.



Angy J.W.
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lunes, 22 de junio de 2015

Relato (Proyecto junio Adictos a la Escritura): Brasa

¡Hola!

De nuevo, un relato para el ejercicio de Adictos a la Escritura de este mes. Esta vez, la temática tenía que centrarse en el calor (¡llega el verano!). No sé exactamente si mi enfoque es muy adecuado, pero fue lo único que se me ocurrió. A veces pienso que siempre, por más que intente innovar y escribir sobre otros géneros, acabo recurriendo a lo mismo: aventuras y fantasía épica. Ya tengo este género como el comodín de reserva de la baraja cuando no se me ocurre nada más. Simplemente puede que sea lo que mejor se me dé, pero diría que más bien es lo que más fácil me resulta y cedo a la vaguería. En este blog tengo la impresión de que siempre escribo sobre lo mismo xD También tengo la manía de crear protagonistas sin nombre.

Pido disculpas de antemano por las posibles inconsistencias que podáis encontrar en las descripciones, lo cierto es que no tengo la menor idea de lo que siente una persona en la situación del protagonista y he tenido que recurrir a licencias imaginativas (sí, seguramente esta combinación de palabras no exista).

A pesar de todo, espero que disfrutéis del relato. Yo disfruté escribiéndolo.


Brasa



El aire caliente le llegaba en ondas tórridas abrasándole la piel. Podía notar cómo su sudor resbalaba y caía, evaporándose antes de tocar el fuego. Era un contraste curioso: era una noche fría, en pleno invierno. No sería extraño si a la mañana siguiente amanecían cubiertos de nieve. Aunque él no amanecería, o en todo caso lo haría en los estómagos de aquellos malditos caníbales.

El calor era lo suficientemente sofocante para que le costara respirar. Y cuando lo hacía, aspiraba humo. Humo caliente que quemaba su garganta y su pecho. El sonido del chisporroteo de la leña arder, bajo él, le recordaba su triste final.

Lo habían atrapado. No podía creer que hubiese sucedido tan fácilmente, ni tan rápido. Sabía luchar, pero lo habían cogido por sorpresa y lo habían superado horriblemente en número. 
Los salvajes a su alrededor bailaban y entonaban cánticos que se le asemejaban a graznidos de cuervos. Aún notaba en su cuello la picadura de la aguja paralizante que le habían clavado. Lo mantenían aún vivo, con intención de que muriera al mismo instante de ser asado, ya que así para ellos “la carne sabría mejor”. Malditos sádicos. Colgaba, atado de manos y pies, de un palo en posición horizontal. Éste se apoyaba en 2 anchos pilares creados a partir del hacinamiento de leñas de madera, fijados sólidamente en el suelo sin aspecto de derrumbarse. 

Estaba desnudo, expuesto y ungido en aceites que sólo hacían las cosas peor, ya que quemaban su piel. Sudaba como un cerdo en un horno, lo que no era una comparación tan desacertada. Para los salvajes no era más que carne, deliciosa carne. Su pelo largo colgaba en el aire, las puntas empezaban a quemarse. Por suerte, desde su posición encaraba al cielo estrellado, así que el asfixiante humo no llegaba directamente a su cara y no quemaba sus ojos. Aún así, sentía que dentro de poco comenzaría a toser. Su nuca y su espalda debían de estar tan rojas como un cangrejo.

Era sin duda una tortura lenta. Se sintió atrapado en una sauna cuya temperatura no hacía más que subir. El aire le azotaba como brasas ardientes; y aquello aún no era nada, ya que aún colgaba a una altura prudencial que evitaba que realmente se quemase. Sin embargo, en cuanto los salvajes terminasen aquel ritual demoníaco dedicado a un dios igual de salvaje que ellos, sería sin duda calcinado.

Siendo explorador (y en su caso particular, también ladrón y asesino), había pensado muchas veces en su posible muerte. Ésta era como una especie de amiga traviesa, aguardando tras cada esquina, jugando interminablemente al escondite con él, sin enseñar nunca su rostro. Había tirado monedas al aire apostando si su muerte sería hermosa y efímera, o terrible y lenta. Aquella noche parecía que había hallado la respuesta por fin.

Los salvajes terminaron su cántico y aquellos que le custodiaban comenzaron a sustraer leñas de los pilares— mientras otros sujetaban el poste al que estaba atado— para descenderle hacia el fuego. El dolor en su espalda se hizo insoportable, seguramente le habrían comenzado a salir ampollas. El sudor se evaporaba antes de salir de sus poros. A medida que descendía, comenzó a ahogarse. Pudo sentir su cabello tocando el fuego e incendiándose . ¿Cuánto tardaba alguien en morir quemado? No lo sabía.
El fuego finalmente alcanzó su nuca y la rozó, quemando su piel. Aquello le dio la certeza de que sufriría, mucho. Jadeó agónicamente, el aceite en su cuerpo no mejoraba su situación y tan sólo convertía el fuego seco en brasa aceitosa. Comenzó a oler a carne quemada, y lo peor de todo aquello fue lo normal que le pareció. Como el conejo que él mismo había asado aquel mediodía. Sólo era olor de carne.

Estuvo a punto de empezar a gritar— no le servía de nada ser valiente y soportar en silencio la agonía en esos momentos— cuando de pronto sintió una violenta sacudida, como un impacto, y fue lanzado con fuerza al suelo, lejos de la hoguera. Cuando pudo parar de toser y dejar de verlo todo rojo, aún con el cuerpo sofocantemente caliente, divisó a través del humo de sus ojos que estaban todos muertos. Unas finas y delineadas piernas, envueltas en cuero ligero, caminaron hacia él.

— ¿Te separas un momento del grupo y la próxima vez que te encuentro ya estás siendo calcinado vivo? — resopló con desdén una voz femenina. La reconoció. Subió su mirada y vio a una joven de piel morena, pelo corto y rostro afilado observándole desde arriba. Unas brillantes cuchillas, finas como agujas, aún relucían en su mano.

Respiró con dificultad, notaba su garganta seca y el aire que inspiraba le dolía. Detrás de la chica, la hoguera aún se alzaba, viva, alta y letal, recordándole lo que podría haber sido de él de no haber sido rescatado a tiempo.

— Me cogieron por sorpresa. Y me superaban en número — masculló.
— A mí también me superaban en número — terció con altanería — ¿Qué se siente al tener el culo salvado por una mujer?

Era verdad. A ella también la superaban en número. Pero, al contrario que él, el factor sorpresa estaba de su lado, y los había pillado desarmados y relajados, con la atención centrada en otra parte (concretamente, en él). Para cuando quisieran darse cuenta, ya tendrían una cuchilla clavada en la garganta. Al fin y al cabo, el apodo que se había ganado su letal compañera no era casualidad: Nayara la Rápida, la llamaban.

Sin embargo, no tenía ganas de discutir. Tampoco estaba realmente en posición de hacerlo. Seguía desnudo, tirado en el suelo y atado a un palo. Y acababa de ser salvado, al fin y al cabo. El dolor en su espalda le indicaba que seguramente tendría algunas quemaduras leves, y la piel de su nuca debía de estar despellejada. Su antaño pelo largo y brillante, si aún existía, debía de estar zarrapastroso y quemado. Realmente estaba en una posición humillante.

— Desátame, Nayara — se limitó a gruñir, y soportó la risa cantarina de ella.


Como siempre, ¡gracias por leer!






miércoles, 21 de enero de 2015

Fanfiction (DRAMAtical Murder re:connect) + My Anime List

¡Hola!

¿Cómo estáis? Esta entrada es para informar de 2 cosas:

1. Estoy escribiendo un fanfiction. Concretamente, estoy continuando uno de los diversos finales alternativos del juego para PC DRAMAtical Murder re:connect. Es el segundo fanfiction que escribo en toda mi vida (el primero fue la continuación de Fairy Oak), con el que he confirmado definitivamente mi afición por continuar las historias xD
La cuestión es esta: me planteé publicarla en el blog, al igual que mi primer fic. Sin embargo, al final decidí que no ya que seguramente muy poca gente de aquí conocerá el juego y no tenía caso publicar una cosa tan específica y de poco interés. De todos modos, os informo igual y os dejo el enlace de la historia por si alguien se ha jugado el juego o tiene curiosidad por leer :D


Actualmente estoy publicando mi fic por Fanfiction y por Amor Yaoi. El fic, al igual que el juego, es yaoi (romance entre dos chicos) porque este verano decidí incursionar en este mundo y...digamos que fue mi perdición (yo antes era inocente, como la chica de la foto).

Sin embargo, no meteré escenas de sexo, y creo que ni siquiera besos, porque no van acorde a la trama xD Estoy continuando el final malo de Clear en re:connect (es la segunda parte de DMMD) y estoy sufriendo porque me hago daño a mí misma con tanto drama. Pero en fin, soy y siempre seré masoquista xD
Os dejo el enlace de mi perfil de Fanfiction y Amor Yaoi aquí. El fic del que os hablo es el único que he publicado así que podéis encontrarlo fácilmente.


También dejaré mis perfiles en los costados del blog, porque en el futuro, si escribo más fics, lo más seguro es que los publique por allí en vez de por el blog. Si la historia no es yaoi estará solo en Fanfiction, y si es del género estará en ambas páginas.




2. ¡Vengo a traeros mi perfil de My Anime List! Desde hace mucho (muuuucho) tiempo que llevo queriendo traer el manganime al blog, pero como nunca, hasta ahora, lo he hecho, al menos os dejo mi perfil completo para que, a los que os guste el mundillo, podáis saber en qué estoy incursionada en el momento. Llevo la lista actualizada y puntuada al dedillo. Y si también tenéis cuenta, ¡estaré encantada de agregaros! Ay...algún día definitivamente debo mostrar por aquí mi faceta de otaku sin remedio.


También dejaré mi profile de MAL en un costado del blog xD 


Como desde hace algún tiempo ya estoy pasando más bien poco por el blog, en estas 2 páginas podéis encontrar signos vitales de mí. Además, actualmente estoy bastante inmersa en el fic, que tiene ya 2 capítulos publicados. Planeo 5, y hasta que lo termine seguramente dejaré un poco de banda otros proyectos.

Poco más que contar, ¡muchas gracias por leerme, como siempre!



viernes, 2 de enero de 2015

Especial Navidad Adictos a la Escritura: Carta a los Reyes Magos

¡Hola!

¡Primera entrada del año! Antes de nada, me gustaría desearos a todos un feliz 2015 ^^ ¿Cómo os fue Nochevieja? Yo aún me siento rara pensando que estamos en un nuevo año.

La entrada es para el especial navidad de Adictos a la Escritura, consistente en escribir una carta a los Reyes Magos. Después de varios meses de baja, he decidido apuntarme de nuevo al grupo así que con este escrito estreno mi regreso. Estoy muy contenta de poder participar de nuevo en los ejercicios, echaba de menos Adictos.
Sin más dilación, allí va mi carta. ¡Espero que os guste!


Carta a los Reyes Magos



Queridos Reyes Magos:


Este año (bueno, lo que llevo de año) he sido bueno. Me he comportado. No he hecho que ningún viajero despistado se perdiera, ni he llevado a los niños que entraban al bosque a jugar al Corazón. Y eso en concreto me ha costado, pues los habitantes del Corazón realmente odian los llantos de los pequeños y sus caras de rabia no tienen desperdicio. Ayer incluso guié a un pobre hombre perdido al camino principal. Es verdad que alguna que otra vez he gastado algunas bromillas a algunos transeúntes, pero esos son asuntos menores. Así que sí, estos días diría que me he portado muy bien. 

Nunca antes os había escrito así que seguramente mi nombre será nuevo para vosotros, pero siempre hay una primera vez para todo. Confío en que os gustará saber de mí. Bueno, en realidad tenéis que repartir un regalo más, así que no sé si os gustará tanto, pero yo estoy muy contento de poder escribiros. Siempre me gusta hablar con caras nuevas. De hecho, me encantaría que me respondierais a esta carta contando cómo os va. 

Y si nunca os había escrito, ¿cómo es que he decidido de pronto hacerlo ahora? Os preguntaréis. Bien, la respuesta es sencilla: no conocía sobre vuestra existencia hasta hace poco. El anciano nos cuenta muchas cosas sobre el mundo humano, pero describen tan solo una ínfima parte del cuadro real. Al final, se aprende mucho más de los humanos mismos. Y ayer escuché una conversación de lo más interesante, que trataba de vosotros. Se ve que durante estos días los niños os escriben cartas pidiendo los regalos que quieren, y vosotros los repartís por el mundo. ¡Qué maravilla!

“¿Qué puedo perder?” pensé, así que cogí pluma y papel y voilà. 

Iré directo al grano: quiero una nintendo DS. Pero no una normal, quiero una con energía inagotable. Os sorprendería la cantidad de consolas que se llegan a perder por aquí de excursionistas descuidados o de niños olvidadizos a lo largo de los años. Sin embargo, ¡la batería no dura nada! Hasta ahora nunca he conseguido pasarme ningún juego sin que se me apagara el aparato antes. No os podéis imaginar lo frustrante que resulta. ¡Tengo una colección de juegos inacabados a cuyo final no llegaré nunca! En el bosque no hay manera de recargar las consolas, así que tristemente se dirigen todas hacia una muerte inevitable. Es realmente horrible. ¡A veces incluso he llegado a tener pesadillas con este hecho!

Así que por favor, por favor os lo pido. Estos días del nuevo año realmente me he esforzado en ser bueno, y me haríais el habitante más feliz del bosque, así que por favor, os lo ruego, traedme una nintendo DS con batería infinita. Os lo agradeceré eternamente.

Os quiere,

Castañín




jueves, 13 de noviembre de 2014

Relato: Círculo

¡Hola!

Hacía varios meses que no me pasaba por aquí, y echaba de menos esto, así que paso para dejar un breve relato. Es relativamente reciente, lo escribí por mayo, a finales de segundo de bachillerato (ahora soy oficialmente universitaria). Espero que os guste a los que decidáis leerlo.

Círculo

Desde la ventana azul Clara ve las diferentes formas que adopta el mundo. En ese momento, su mundo está materializado en un gato. Un gato negro, esbelto, altanero. Cada día pasa por la calle de los Tulipanes a las cuatro y cuarto, de camino a la pescadería de Paco.

En un convenio no pactado con el dueño, ese es uno de los muchos lugares de encuentro social de los gatos, donde una vez al día se puede disfrutar de un rato agradable compartiendo unas sobras de pescado con los demás felinos de la ciudad. Por supuesto, él tiene que ir, puesto que es un gato muy solicitado.

A veces Lucía, la hija de Paco, les da de comer. Le gustan los gatos, y siempre intenta que su padre no los eche por si ahuyentan a la clientela. A menudo se le une Sofía. No son amigas cercanas—de hecho en el instituto tienen amistades diferentes—pero ambas comparten su gran afecto hacia los animales, y ha sido esto lo que las ha unido. Durante los ratos que pasan juntas dando de comer a los gatos las chicas aprovechan para hablar, un poco de todo.

Últimamente sus charlas tratan de un mismo tema. Sofía está desanimada. Le gusta su vecino, Daniel, pero sabe que es un sentimiento unilateral. A veces se pregunta si será demasiado tarde. Si él aún recuerda esas veces cuando quedaban de pequeños para jugar en la calle o en el parque del barrio; o esas veces en las que se quedaban en la casa del otro a cenar porque sus padres volvían demasiado tarde.
Quizá el distanciamiento que se ha ido estableciendo entre ellos al crecer se haya hecho demasiado grande e irrevocable.
A Sofía le gustaría decirle a Daniel que esos monótonos saludos que se dan ahora cuando se encuentran le duelen. Pero sabe que no hay manera de que ella signifique para él lo mismo que él significa para ella.

De hecho, los pensamientos de Daniel se centran en otra persona, una a la que justamente en este momento está mirando.  Se pregunta quién será esa chica que ve cada día en la ventana azul cuando vuelve de sus entrenamientos de básquet. Esa chica que observa el exterior con una mirada triste, pero que nunca lo ve a él.
Daniel no la ha visto ni una sola vez en alguna otra parte de la ciudad, solo en esa ventana. Nunca ha intentado acercarse a hablarle, tampoco le ha hablado a nadie de ella. Se limita a mirarla de lejos cada día, intrigado, atraído, guardando con cuidado su propio secreto íntimo. Para él es la chica de la ventana azul, la chica a la que siempre mira mirar pero nunca sabe qué es lo que ve.

Clara mira a un gato, sin embargo ignora adónde se dirige. Ella no sabe que está siendo observada por un chico, que el chico tiene una vecina, que la vecina tiene una amiga, y que juntas dan de comer a unos gatos en la pescadería de un hombre llamado Paco. Y que es hacia esa pescadería adonde va el gato, y que por eso pasa cada día por la calle de los Tulipanes a las cuatro y cuarto.


Desde la ventana azul Clara ve cada día pasar a un gato negro. A veces se pregunta si también verá pasar a la vida.



Como siempre, gracias por leerme.