Ésta es mi continuación para La Historia Enlazada, de Adictos a la escritura, en la que participé también con mi otro relato, El comienzo. Para descargar la primera fase completa, aquí.
Empezamos la segunda ronda!! :D Espero que os guste.
Incertidumbre
Eric se irguió y miró a su alrededor, desesperado. La neblina roja había desaparecido, pero había dejado su huella en aquel terreno, ahora yermo y desolado. Las tierras áridas, que una vez estuvieron llenas de vegetación, se extendían hacia el horizonte, dejándole una angustiante sensación de vacío y muerte. No quedaba nada, tan solo los putrefactos cadáveres de los caídos y troncos negruzcos que se arremolinaban aquí y allá.
— ¿Qué ha pasado aquí?—murmuró, horrorizado—. ¿Todo esto lo ha causado la Bestia de la Epidemia?
Val asintió con gravedad.
—El poder de las bestias es devastador, Eric.
—Pero… ¿cómo ha podido causar todo esto?—susurró de nuevo, incrédulo. Mirara donde mirara, siempre veía el mismo paisaje gris y enfermizo, mermando sus esperanzas de volver a encontrar vida alguna vez.
—Recuerda que las bestias están por encima de lo terrenal. En la guerra, estuvieron a punto de destruir el mundo. Esto no es nada comparado con todo lo que pueden llegar a hacer—le explicó Laela.
Eric tragó saliva con dificultad. Las bestias eran realmente aterradoras, y poseían una fuerza descomunal que no pertenecía a aquella dimensión. ¿Y él se había enfrentado a una de ellas hacía tan sólo unos momentos? No podía creerlo.
—Lo único que puede protegernos, no sólo de Luzbel, sino también de ellas, es la luz—dijo Val—. Laela y tú sois los únicos del grupo que la poseéis, por eso eres tan importante. Eres fundamental en esta misión, Eric. ¿Lo comprendes?
El chico tardó un rato en asentir, abrumado. Aún le costaba acostumbrarse a su nuevo papel, y sentía que no llegaba a la altura de las expectativas puestas en él.
—Pero ahora debemos centrarnos en encontrar a los demás—dijo Kaal, preocupado—. Laela, ¿crees que podrás guiarnos hasta ellos?
Ella negó con la cabeza, apesadumbrada.
—Mi poder es limitado. La visión astral consume muchísima energía y no puedo usarla más de una vez al día. Debemos esperar hasta mañana. Ahora lo único que podemos hacer es buscar un refugio donde pasar la noche y rezar para que estén bien.
Kaal miró al cielo plomizo, preocupado. Se preguntó cómo se encontrarían en ese momento los demás, sobre todo Elidi.
***
Elidi fulminó por enésima vez al viejo curandero con la mirada. No comprendía cómo podía permanecer tan tranquilo e impasible en una situación como esa, incluso parecía alegre, silbando sin parar la misma musiquilla desde hacía horas, seguramente perdido en su mundo de flores. Desde luego la edad lo había empezado a afectar.
Pero la cruda realidad era muy distinta. No habían conseguido encontrar al grupo de Laela, y en ese momento vagaban sin rumbo, perdidos, y encima ella tenía que llevar a Aura a cuestas porque Elever era demasiado viejo para cargarla.
El enorme grupo inicial de aldeanos se había visto reducido drásticamente a unas pocas personas, pues la mayoría había muerto. Y como siguieran así, no tardarían en correr el mismo destino. La chica se empezó a preguntar si de verdad había sido buena idea seguir a Val.
Tras pasar una vida llena de sufrimiento y penurias, Elidi se había visto obligada a madurar a una edad muy temprana, y había aprendido a no fiarse de nadie y a mantenerse siempre alerta para sobrevivir.
Por eso no comprendía la fe que sentía hacia Val, ni tampoco su propio papel descabellado de salvadora del mundo, cuando éste le había tratado tan mal y ella era una don nadie.
Y aún más incomprensible le resultaba su enorme confianza y aprecio hacia Kaal. Quizá porque él fue el único que se dignó a ayudarla a escapar de los esclavistas.
Pero ninguno de ellos se encontraba allí. En ese momento eran sólo cinco vulnerables personas caminando en medio de un desierto de pobreza y soledad.
Con el viejo no podía contar, y Aura estaba inconsciente (y pesaba más de lo que parecía), así que Elidi se sintió responsable del grupo. Miró a los últimos miembros, eran dos gemelos rubios de ojos oscuros, de no más de 11 años, que les seguían mansamente. Ellos, eran los únicos que quedaban de todos los aldeanos. Pensarlo hizo que sintiera ganas de llorar.
Era la primera vez que reparaba en los niños y se percató, con cierta culpabilidad, de que ni siquiera conocía sus nombres. Ambos caminaban muy juntos, cogidos de la mano, en silencio. La chica pensó en lo horrible que sería que uno de ellos muriera, dejando al otro solo en el mundo.
Ella también tuvo una melliza, con la que escapó de su dolorosa infancia. Sin embargo, su hermana pereció en el camino, y ella tuvo que seguir luchando sola. No era algo que a Elidi le gustara recordar. No quería que aquellos gemelos sufrieran como ella lo hizo, y se prometió, aún a costa de su vida, que no permitiría que les pasase nada.
***
Eric daba vueltas y vueltas en el suelo de madera, sin lograr conciliar el sueño. Habían tenido una enorme suerte al dar con aquella cabaña abandonada antes de que oscureciera, pero estaba intranquilo. Finalmente, se rindió. Se levantó en silencio, procurando no despertar a los demás, y salió al exterior.
Lo recibió la apacible noche, y se dio cuenta con sorpresa de que no era el único allí. Val estaba sentado, recostado contra la pared, observando la luna. Su pálida luz le iluminaba el rostro, profiriéndole un aspecto extraño.
— ¿Tú tampoco puedes dormir?—le preguntó. Él se giró al oírle.
—Eric—lo saludó con una sonrisa. El muchacho se sentó a su lado, y observó a su compañero con detenimiento. Su pose era grave, y su expresión sombría revelaba su preocupación. Le puso una mano en el hombro.
—Tranquilo, ella está bien. Estoy seguro.
Val volvió a sonreír, esta vez con cierta amargura, captando al instante a quién se estaba refiriendo.
—Sería un poco egoísta por mi parte preocuparme sólo por ella, ¿no crees?
Ambos se miraron por unos instantes con profundidad, comprendiendo cosas que no se podían decir con palabras. Finalmente, Eric sonrió también, negando con la cabeza.
—De todos modos, Aura es una chica fuerte. Resistirá.
—Lo sé. Igualmente, ella no es lo único que me inquieta—respondió, volviendo a observar la luna.
— ¿Qué ocurre?
—Pronto será cuarto creciente.
El chico tenía buena memoria, y recordó al instante las palabras de Val el primer día.
—La Bestia de la Destrucción…—murmuró.
—Exacto. Y ella es la peor de todas. Me temo que esta vez lo tendremos realmente difícil.
— ¿Tan horrible es?—Eric estaba empezando a asustarse.
—Ella es…diferente a las demás. Y creo que hacer que recupere la memoria no ayudará mucho.
— ¿Qué quieres decir?—preguntó, confuso.
—La Bestia de la Destrucción es la más propensa a caer en la tentación y seguir al Mal. Ella fue la primera que se alió con Luzbel, y engañó a La Bestia de la Epidemia, aprovechando que era la más influenciable de todas, para que se pusiera de su parte.
—Pero… ¡si son criaturas del Creador! ¿No se supone que deben velar por el bien?
—Sí y no. Verás, Eric, las dos bestias con las que te has encontrado hasta ahora son las más débiles y simples del grupo. Tienen la mentalidad de un animal. Pero de ahora en adelante, las cosas serán distintas, pues el resto de las bestias son inteligentes, y tienen raciocinio propio. Incluso podrán comunicarse contigo—añadió, sin poder evitar pensar en una en concreto—. Por supuesto que todas tienen el deber de proteger este mundo, pero las hay que realmente creen en ello y las hay que lo hacen solo porque están obligadas a hacerlo. Cada una tiene su propio carácter.
Eric lo contemplaba fascinado mientras hablaba. ¿Cómo era posible que supiera tantas cosas? Val en realidad ni siquiera llegaba a los treinta años, pero la profundidad de su mirada lo hacía parecer mucho más mayor. El chico se preguntó qué cosas habría visto, y qué cosas le quedaban aún por ver. Su cicatriz en el ojo derecho llamaba la atención al instante, y su origen era un misterio incluso para su dueño. Se preguntó cómo se la habría hecho, y si alguna vez ese lado oculto habría visto algo.
—Val, ¿puedo hacerte una pregunta?
El hombre lo miró sorprendido.
—Claro.
— ¿Por qué empezaste esta lucha?
Aquello volvió a sorprenderlo de nuevo, pero al cabo de un rato sonrió.
—Eso depende de si lo que me quieres preguntar es porqué lucho ahora, o porqué quise luchar en su momento.
—Un poco de ambos.
—Ahora es porque defiendo un ideal, quiero ayudar a Metatrón y a los demás a ganar esta guerra contra Luzbel y traer la ansiada paz al mundo. Puede que sólo sea un mero sueño, pero es lo que me impulsa a seguir viviendo. Pero en su momento…lo hice por una promesa.
— ¿Una promesa?
—Una promesa a mí mismo. Antes incluso de saber a lo que me enfrentaba, antes de que Metatrón viniese a buscarme y me revelase esta misión, yo ya me había jurado luchar en esta guerra. Porque me había prometido partir, y buscar a los dos únicos amigos que había tenido en el mundo.
Ambos se preguntaron qué posibilidades tenía aún de lograrlo. Dónde se encontrarían en ese momento.
***
Los secuaces de Luzbel estaban por todas partes, y él, sin moverse de su trono, podía controlar todo lo que ocurría en el mundo exterior. En ese momento observaba divertido al pequeño grupo de humanos que seguía vagando, sin rumbo. Era una batalla perdida.
Ni siquiera le preocupaba que ellos consiguieran a las dos primeras bestias, pues esas dos tontas no merecían que él actuara. En realidad, no importaba quién conseguía los diamantes, pues siempre podrían robárselos entre ellos. Incluso podía dejar que aquellos ridículos e insignificantes humanos hicieran la tarea por él, y arrebatárselos después. Bastaba con que se hiciera con una sola de las bestias para que no consiguieran reunir la joya completa. Y con La Bestia de la Destrucción, la suerte estaba echada. No, eso no le preocupaba en lo más mínimo.
En ese momento centraba todo su interés en aquella bella muchacha de cabello oscuro y ojos verde esmeralda. Ella era diferente a las demás, era inteligente y desconfiada. Esa chica sabía buscarse la vida, y no perdía el tiempo apiadándose de nadie, ni siquiera de sí misma.
Su belleza, determinación y elegancia lo fascinaban. Hacía tiempo que ninguna humana lo atraía tanto. Pronunció su nombre, mientras sentía crecer en él el deseo y la lujuria.
En cuanto los atraparan, dejaría a la hembra pelirroja para sus secuaces, pero Elidi sería suya. Quizá era ya hora de buscarse a una nueva reina. Se estaba cansando de Atanasia.
7 comentarios:
Genial Angy!!!
Que bien lo has seguido y muy bien relatado!!
Felicitaciones!!
Un abrazo
Impresionante continuación, ya tenía ganas de que empezase. Me gusta el desarrollo de los otros miembros de la compañía aparte de Val, Eric y Aura.
¡A ver cuándo me toca!
¡Un besito!
Excelente inicio para la 2da ronda Angy :D ¡admirable! y ademas considerar a los otros miembros del grupo es un genial detalle... me da miedito pensar en los planes próximos de Luzbel >_>!!
Un saludo y un abrazo ^^
tengo que releerlo, estoy un poco perdida
Me ha encantado y me ha dejado muy intrigada, así que ya me descargué la historia enlazada para leerla.
Como ya te dije, Angy, me encanta tu forma de relatar.
Besos.
Por fin te vengo a dejar comentario. xDD
Qué genial te ha quedado tu parte. Me emocioné tanto al leer que me hubiera gustado que siguieras. Esa es la maldición de la Historia Enlazada, engancha tanto que quisieras saber el final de una vez y al mismo tiempo no quieres que acabe para seguir con las aventuras.
Por cierto, me fascinó la última parte. Nunca se me hubiera ocurrido que Luzbel pudiera hallar a una mujer como Elidi deseable. Argh, me muero porque me hubiera gustado saber tu continuación. *o*
Me encanta como escribes, la forma en la que te expresas y vas redactando lo que sucede. *o*
¡Angy! Qué buenísima continuación, me ha encantado el final, la verdad que yo ya estuve pensando que Atanasia estuviera con Lucifer y me encanta que lo hayas puesto jaja
¡Felicidades te ha quedado muy bien!
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