lunes, 22 de junio de 2015

Relato (Proyecto junio Adictos a la Escritura): Brasa

¡Hola!

De nuevo, un relato para el ejercicio de Adictos a la Escritura de este mes. Esta vez, la temática tenía que centrarse en el calor (¡llega el verano!). No sé exactamente si mi enfoque es muy adecuado, pero fue lo único que se me ocurrió. A veces pienso que siempre, por más que intente innovar y escribir sobre otros géneros, acabo recurriendo a lo mismo: aventuras y fantasía épica. Ya tengo este género como el comodín de reserva de la baraja cuando no se me ocurre nada más. Simplemente puede que sea lo que mejor se me dé, pero diría que más bien es lo que más fácil me resulta y cedo a la vaguería. En este blog tengo la impresión de que siempre escribo sobre lo mismo xD También tengo la manía de crear protagonistas sin nombre.

Pido disculpas de antemano por las posibles inconsistencias que podáis encontrar en las descripciones, lo cierto es que no tengo la menor idea de lo que siente una persona en la situación del protagonista y he tenido que recurrir a licencias imaginativas (sí, seguramente esta combinación de palabras no exista).

A pesar de todo, espero que disfrutéis del relato. Yo disfruté escribiéndolo.


Brasa



El aire caliente le llegaba en ondas tórridas abrasándole la piel. Podía notar cómo su sudor resbalaba y caía, evaporándose antes de tocar el fuego. Era un contraste curioso: era una noche fría, en pleno invierno. No sería extraño si a la mañana siguiente amanecían cubiertos de nieve. Aunque él no amanecería, o en todo caso lo haría en los estómagos de aquellos malditos caníbales.

El calor era lo suficientemente sofocante para que le costara respirar. Y cuando lo hacía, aspiraba humo. Humo caliente que quemaba su garganta y su pecho. El sonido del chisporroteo de la leña arder, bajo él, le recordaba su triste final.

Lo habían atrapado. No podía creer que hubiese sucedido tan fácilmente, ni tan rápido. Sabía luchar, pero lo habían cogido por sorpresa y lo habían superado horriblemente en número. 
Los salvajes a su alrededor bailaban y entonaban cánticos que se le asemejaban a graznidos de cuervos. Aún notaba en su cuello la picadura de la aguja paralizante que le habían clavado. Lo mantenían aún vivo, con intención de que muriera al mismo instante de ser asado, ya que así para ellos “la carne sabría mejor”. Malditos sádicos. Colgaba, atado de manos y pies, de un palo en posición horizontal. Éste se apoyaba en 2 anchos pilares creados a partir del hacinamiento de leñas de madera, fijados sólidamente en el suelo sin aspecto de derrumbarse. 

Estaba desnudo, expuesto y ungido en aceites que sólo hacían las cosas peor, ya que quemaban su piel. Sudaba como un cerdo en un horno, lo que no era una comparación tan desacertada. Para los salvajes no era más que carne, deliciosa carne. Su pelo largo colgaba en el aire, las puntas empezaban a quemarse. Por suerte, desde su posición encaraba al cielo estrellado, así que el asfixiante humo no llegaba directamente a su cara y no quemaba sus ojos. Aún así, sentía que dentro de poco comenzaría a toser. Su nuca y su espalda debían de estar tan rojas como un cangrejo.

Era sin duda una tortura lenta. Se sintió atrapado en una sauna cuya temperatura no hacía más que subir. El aire le azotaba como brasas ardientes; y aquello aún no era nada, ya que aún colgaba a una altura prudencial que evitaba que realmente se quemase. Sin embargo, en cuanto los salvajes terminasen aquel ritual demoníaco dedicado a un dios igual de salvaje que ellos, sería sin duda calcinado.

Siendo explorador (y en su caso particular, también ladrón y asesino), había pensado muchas veces en su posible muerte. Ésta era como una especie de amiga traviesa, aguardando tras cada esquina, jugando interminablemente al escondite con él, sin enseñar nunca su rostro. Había tirado monedas al aire apostando si su muerte sería hermosa y efímera, o terrible y lenta. Aquella noche parecía que había hallado la respuesta por fin.

Los salvajes terminaron su cántico y aquellos que le custodiaban comenzaron a sustraer leñas de los pilares— mientras otros sujetaban el poste al que estaba atado— para descenderle hacia el fuego. El dolor en su espalda se hizo insoportable, seguramente le habrían comenzado a salir ampollas. El sudor se evaporaba antes de salir de sus poros. A medida que descendía, comenzó a ahogarse. Pudo sentir su cabello tocando el fuego e incendiándose . ¿Cuánto tardaba alguien en morir quemado? No lo sabía.
El fuego finalmente alcanzó su nuca y la rozó, quemando su piel. Aquello le dio la certeza de que sufriría, mucho. Jadeó agónicamente, el aceite en su cuerpo no mejoraba su situación y tan sólo convertía el fuego seco en brasa aceitosa. Comenzó a oler a carne quemada, y lo peor de todo aquello fue lo normal que le pareció. Como el conejo que él mismo había asado aquel mediodía. Sólo era olor de carne.

Estuvo a punto de empezar a gritar— no le servía de nada ser valiente y soportar en silencio la agonía en esos momentos— cuando de pronto sintió una violenta sacudida, como un impacto, y fue lanzado con fuerza al suelo, lejos de la hoguera. Cuando pudo parar de toser y dejar de verlo todo rojo, aún con el cuerpo sofocantemente caliente, divisó a través del humo de sus ojos que estaban todos muertos. Unas finas y delineadas piernas, envueltas en cuero ligero, caminaron hacia él.

— ¿Te separas un momento del grupo y la próxima vez que te encuentro ya estás siendo calcinado vivo? — resopló con desdén una voz femenina. La reconoció. Subió su mirada y vio a una joven de piel morena, pelo corto y rostro afilado observándole desde arriba. Unas brillantes cuchillas, finas como agujas, aún relucían en su mano.

Respiró con dificultad, notaba su garganta seca y el aire que inspiraba le dolía. Detrás de la chica, la hoguera aún se alzaba, viva, alta y letal, recordándole lo que podría haber sido de él de no haber sido rescatado a tiempo.

— Me cogieron por sorpresa. Y me superaban en número — masculló.
— A mí también me superaban en número — terció con altanería — ¿Qué se siente al tener el culo salvado por una mujer?

Era verdad. A ella también la superaban en número. Pero, al contrario que él, el factor sorpresa estaba de su lado, y los había pillado desarmados y relajados, con la atención centrada en otra parte (concretamente, en él). Para cuando quisieran darse cuenta, ya tendrían una cuchilla clavada en la garganta. Al fin y al cabo, el apodo que se había ganado su letal compañera no era casualidad: Nayara la Rápida, la llamaban.

Sin embargo, no tenía ganas de discutir. Tampoco estaba realmente en posición de hacerlo. Seguía desnudo, tirado en el suelo y atado a un palo. Y acababa de ser salvado, al fin y al cabo. El dolor en su espalda le indicaba que seguramente tendría algunas quemaduras leves, y la piel de su nuca debía de estar despellejada. Su antaño pelo largo y brillante, si aún existía, debía de estar zarrapastroso y quemado. Realmente estaba en una posición humillante.

— Desátame, Nayara — se limitó a gruñir, y soportó la risa cantarina de ella.


Como siempre, ¡gracias por leer!






4 comentarios:

M.A. Álvarez dijo...

¡Hola! Me ha gustado mucho tu relato. El párrafo de descripción del personaje "Siendo explorador..." está bastante bien, en pocas palabras se cuenta mucho sobre el personaje y me ha encantado la frase sobre que "había tirado monedas en el aire apostando si su muerte...". Me ha parecido que dice mucho de él también.
Al principio comentas que siempre acabas escribiendo sobre el mismo género: aventuras y fantasía épica. Pero yo te diría una cosa: si hubieras dejado el relato con un final incierto (por ejemplo, no se sabe si se salva) yo te diría que se puede incluir en el género de terror. Yo estaba sintiendo la angustia del personaje al ver que iba a ser cocinado y no podía hacer nada para impedirlo. Es una situación que transmite mucha inquietud e impotencia, sin contar el miedo a ver la propia muerte tan cercana. Por ejemplo cuando se pregunta "¿cuánto puede tardar uno en morir quemado?". Eso es cuanto menos inquietante.
Es decir, que tu relato está muy bien como está, pero que si quieres probar con otro género, cambiando un poco el final tendrías terror ;).
¡Un saludo!

Letras de Drágon Rosa dijo...

Hola, ha quedado muy bien con un calor sofocante y temible, al final me ha parecido que has expresado muy bien como sentía el calor aquel explorador. Aunque en realidad no creo que tuviera unas quemaduras leves.

Saludos.

Nerea García dijo...

Lo pasé realmente mal, tiene que ser horrible estar ahí, siendo quemado sin poder hacer nada.
Que al final sea una mujer quién le salve me gustó mucho :D
Y yo también suelo caer siempre en el mismo género a la hora de escribir, jaja. Creo que todos y todas tenemos nuestra zona de confort también para escribir ^^

Anónimo dijo...

Hola, tanto tiempo, cómo estás Angy?!
La verdad es que me has dejado con la boca abierta. Está muy bien escrito y creo que te has logrado poner en el lugar del protagonista. Has transmitido muy bien la agonía del protagonista, con alguna que otra ironía.
Besos.